Nuestro modelo de transición política, permitió la supervivencia de las práticas finoseculares, reforzadas por el franquismo, que garantizaban una interrelación e imbricación entre el poder político y económico, basada en la corrupción.
El desempeño de un cargo público puede abrir la posibilidad de entrar dentro de las tramas del reparto del negocio del saqueo de lo público, de obtener beneficios económicos personales, de faciltarlos a familiares y amigos. En otros países se han articulado medios para evitarlo, pero en nuestro país el optar por la corrupción ha contado con una casi total impunidad, pues no provoca ni un rechazo social contundente, ni supone castigos judiciales que hayan podido tener efectos disuasorios.
En los grandes partidos que han gobernado a nivel nacional o autonómico se ha tolerado el enriquecimiento de sus dirigentes, gracias tanto a las relaciones personales adquiridas como a la información obtenida por el desempeño de determinados cargos públicos, estas organizaciones han defendido a ultranza los privilegios tanto económicos, como jurídicos asociados al ejercicio de un cargo público. En estos partidos pese a que se han dado sonados y repetidos casos de corrupción, no se han articulado controles internos que los hayan impedido. Tampoco se han creado leyes lo suficientemente eficaces como para acabar de una vez por todas con la falta de transparencia y la corrupción política.
Pese a lo dicho, y la complicidad de intereses que vienen mostrando, tanto el PP como el PSOE, en relación a la defensa de los privilegios de la clase política, estos partidos no tienen la misma forma de tratar, o de situarse ante, la corrupción entre sus filas. Mientras que para unos es motivo de orgullo o privilegio de clase, para otros es algo vergonzante y repudiable . Unos la negarán haciendo gala del mayor cinismo, o intentarán hacer parecer la corrupción como una práctica generalizada, cuasi natural, o solo hablarán de la del adversario, para tapar la propia. Otros la esconderán o la reprobarán, dejando en el ostracismo a los que se han implicado en ella.
¿Es el caso de los ERE en Andalucia el mayor escándalo de corrupción en nuestra democracia?¿ Es de tal índole o magnitud que puede hacer olvidar los casos Gürtel, Noos, Palma Arena, o a la corrupción generalizada instalada en las instituciones políticas e incluso jurídicas de la Comunidad Valenciana.
El lema de estar en política para forrarse, ha tenido un mayor peso y cristalización dentro de las filas de los políticos profesionales del PP, de una manera clara en la CV, pero también patente en el resto del Estado. Los más descarados en el ejercicio de estas prácticas han subido como la espuma en la jerarquía de esta organización, o han permanecido en los aledaños del poder con total impunidad. Pues incluso cuando han sido imputados judicialmente, esto ni ha comportado el desprecio de los propios compañeros de partido, ni ha supuesto su exclusión de la organización, cuando alguno ha tenido que ser finalmente relegado del puesto que ocupaba se le ha buscado un retiro dorado y bien remunerado.
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