Una vergüenza de empresario
Puede que sea ingenuo exigir a los dirigentes de las organizaciones políticas, empresariales o sindicales que sus actuaciones sean ejemplares. Pero seguro que se les puede pedir que no se conviertan en modelos de indignidad. Una petición que a veces cae en saco roto. Ahí está Francisco Camps, político nada honorable amarrado a una poltrona rodeada por el Código Penal. Y ahí está Gerardo Díaz Ferrán, empresario que castiga a sus trabajadores y saquea las arcas públicas.
Cuando los empresarios eligieron a Díaz Ferrán como su presidente, seguramente no sabían en qué personaje estaban delegando su máxima representación. Cuando los militantes del PP valenciano decidieron encumbrar a Francisco Camps, probablemente no sabían a qué individuo estaban otorgando su confianza. Así que podrían declararse víctimas de un engaño. Pero ahora ya no pueden alegar desconocimiento, porque las pruebas sobre sus comportamientos éticamente rechazables y presuntamente delictivos se acumulan en los tribunales. Por tanto, seguir amparando a estas alturas a Camps o a Díaz Ferrán equivale a convertirse en cómplice moral de sus fechorías.
Los dirigentes de la CEOE tendrán esta semana una nueva oportunidad para deshacerse de su presidente. Ya han desaprovechado varias, quizá porque hay demasiada gente empeñada en que la realidad supere al arte. O, aplicado a este caso, empeñados en que la conducta del jefe de la patronal supere a los vídeos de Chikilicuatre denunciando algunos desmanes empresariales.
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