El tanguero amargado confesaba su infamia: por una hermosura le quitó el pan a la vieja, se hizo ruin y pecador. En justicia, la sanción moral a aplicar a quien choriza al débil supera a la que recibe el que roba al ladrón, pues otorgamos cien años de perdón.
Finalmente (por ahora) otro ejemplo de lo que podría ser una infame bellaquería, la que ha desviado a otros fines menos confesables la mayor parte de los millones destinados a la cooperación con ese país machacado y desesperanzado que es Nicaragua. Aquí también sería interesante saber cuántos frijolitos, pozos, talleres, escuelas y centros de salud han desaparecido por los sumideros, arrastrando la poca fe que nos quedara en el ser humano.
Si realmente se cometió la vileza, urge conocer los nombres y apellidos de los habitantes de las cloacas: quiénes la idearon, quiénes la ejecutaron, quiénes la toleraron y quiénes, conociéndola, no la denunciaron.
Hola, mamita democracia... ¿Hay alguien ahí?
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